Luego de meses de espera por un momento apropiado, el Secretario de Estado de los EE.UU., Anthony Blinken, emprendió una misión diplomática sumamente delicada. Viajó a China, con una agenda de trabajo cuidadosamente elaborada, para tratar de disminuir las tensiones y mejorar las deterioradas relaciones entre ambas naciones. Como consecuencia de la visita, ambas partes se comprometieron a trabajar a fin de limar divergencias y acercar las posiciones, lo que superó las expectativas acerca de los resultados del encuentro.
Pero pocas horas después de concluida la misión, el presidente Biden, en una reunión con matices políticos, calificó de dictador al presidente Xi, y añadió que éste no parecía haber estado al tanto de que los militares chinos habían enviado un globo espía a sobrevolar el territorio estadounidense, el cual fue derribado luego de salir al océano. Lógicamente, la labor diplomática de Blinken quedó frustrada por quien se supone le ordenó llevarla a cabo, para sorpresa de todos los involucrados en la misión.
Dado que esa contradicción no parece tener un motivo racional, analistas políticos la consideran un caso más de equivocaciones atribuibles a aparentes lapsos de memoria y razonamiento del presidente Biden, de los cuales hay ya muchos ejemplos. Se comenta que en círculos del Partido Demócrata existe una creciente inquietud respecto del estado de salud del mandatario, y su impacto sobre los comicios del año próximo, especialmente en lo que concierne a la selección de quien le acompañará en la boleta electoral.
Usualmente, el candidato presidencial escoge como vicepresidente a alguien que le puede atraer votos por provenir de otra región del país, ser de distinta raza o sexo, o contar con apoyos de clases económicas o grupos de edad adicionales. Pero si por razones de edad o salud se eleva la probabilidad de que candidato a la presidencia puede no terminar su período, la selección del vicepresidente es mucho más significativa, compleja y controversial.